La pregunta que da título a este post, a quedado casi relegada a un aspecto puramente romántico, ya que la inmensa mayoría de los niños acaban seleccionando opciones de "ganarse la vida" bastante diferentes a las que se plantearon cuando tenían 9 años, la mayoría condicionadas por las sucesivas calificaciones que les iba dando el sistema a modo de "feedback" de sus capacidades cognitivas.
Desde que nuestros
antepasados descubrieron que rompiendo una piedra obtenía un objeto cortante el
cual les serviría para producir otros utensilios, que a su vez potenciaban sus capacidades, el
conocimiento ha sido prácticamente una
obsesión para el ser humano, tanto ha
sido esta obsesión por perpetuar el conocimiento que hemos creado un sistema
llamado la educación formal que
transmite estos conocimientos de generación en generación.
Pero, ¿hasta qué punto sigue siendo necesario este sistema
de perpetuación del conocimiento? Imponiendo
sistemas memorísticos para evaluar cuanto ha sido capaz de memorizar el “alumno/a” y en consecuencia llegar a conclusiones tipo capacidad de esfuerzo, concentración o peor
aún valoración de la inteligencia
computacional (Jose Antonio Marina) que valora nuestras capacidades de
absorción, asimilación y procesamiento de datos.
¿Qué nos diferenciará de las máquinas cuando la inteligencia
artificial evolucione y sea un hecho?
Los humanos tenemos un extra de serie,los sentimientos, ¿Qué asignatura enseña
el conocimiento y gestión de este activo
tan valioso?
Creo que el sistema educativo actual ha evolucionado y lo
sigue haciendo, pero lo que no tengo del todo claro es si el conjunto de
elementos de evaluación que hay alrededor de un niño/a durante toda su primera
etapa es capaz de comprender que cada uno es único e irrepetible, por lo que me pregunto,
¿un sistema educativo tan robusto, estandarizado y obligatorio, es capaz de
amoldarse a la particular capacidad de percepción/aprendizaje de cada uno de
sus componentes? y a partir de ahí elaborar un sistema de aprendizaje a medida cuidando y potenciando su autoestima y dirigiéndolo a disciplinas en las que se sienta cómodo/a de forma que al llegar a su madurez se realice aportando a la sociedad su granito de arena con su trabajo.
Es fácil criticar sin
aportar soluciones por lo que la crítica
se convierte en mezquina, pero lo que sí creo es que ha llegado el momento de introducir nuevos debates sobre los objetivos de la
actual enseñanza. El problema es saber a quién corresponde realizar estas
reflexiones de tipo filosófico y moral para que luego el actual sistema
introduzca los cambios paulatinos a diferentes niveles empezando por la formación
de nuevos docentes, y acabando por la creación de escuelas también obligatorias
para los más interesados, los padres.
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